Voces y silencios en el 8M. Una crónica del Encuentro Estatal

 

 

 

 

Ayer. Todavía me dura la borrachera de voces y silencios, de miradas y abrazos, de decepciones y sonrisas. Casi quinientas gargantas contándomelo todo: la fuerza, el dolor, la alegría, el frío, la rabia. Con diferentes acentos, peinados, edades, historias y esperanzas. Con las mismas energías y sonrisas, con similares bufandas, legañas, inquietudes  y harturas.

Pasamos un frío pelón. La punta de la nariz helada y los pies como chupetes. Barriendo con la mirada los rostros desconocidos. Ilusión pero también cierta preocupación y desconfianza. No siempre es fácil comprenderse ni aceptar a las voces chillonas, discordantes y ególatras. A las que te cuestionan tus propios privilegios, invisibles hasta que una compañera te los muestra en su espejo. Suelo hablar mucho, pero ayer me estresaba mi excepcional objetivo personal: no perderme ni uno solo de los silencios.

Las voces se recogerán en las múltiples actas, informes de conclusiones y manifiesto. Llegarán por mail, por telegram, el grupo de watshsapp y doodle. El cuaderno que me llevé volvió a casa con el mismo contenido que el día anterior. Bueno no, hice un dibujo amorfo en un momento de desconexión necesaria.

Lo silencios sólo los iba a recoger mi mirada. Son importantes los silencios. No todas las mujeres tienen voz. Cuando llevas toda la vida callada es difícil hacerte oír por mucho que las quinientas gargantas que te rodean sean fraternales y sororales. Llevamos tanto tiempo queriendo ser escuchadas, queriendo mezclar graves y agudos con otras semejantes que nos olvidamos de aquellas que necesitan más tiempo para poder hablar. Aquellas compañeras que necesitan espacios sin tiempo para poder aportar, para vencer la vergüenza y ese convencimiento incrustado en las tripas de que su opinión, nuestra reflexión, su angustia o nuestros deseos no le importan una mierda a nadie. Ayer acabé con los ojos doloridos de tanto observar.

Ayer. En mi ciudad. Casi quinientas mujeres de todo el estado español se juntaron en un centro social comunitario recuperado por las vecinas y vecinos de un barrio humilde. En Zaragoza. La temperatura exterior de un grado, y la interior de diez, no apagó ni por un momento las voces y silencios de todas las que estamos hartas de ser humilladas, patologizadas, colonizadas, sufriendo techos de cristal y pies de lodo. Las cosificadas, estereotipadas, violadas y capitalizadas. Las que limpiamos casas, trabajamos en una oficina, en una cooperativa de economía social, estudiamos o nos marchitamos en la cadena de montaje. Por las asesinadas. Por las encarceladas por haber cruzado el estrecho en un cayuco, por las que tienen diversidades funcionales que les impiden estar con nosotras. Por las que defienden la tierra y por las que tienen miedo.

Ayer. En mi ciudad. Casi quinientas mujeres de todo el estado español se turnaban la palabra y el silencio para calentar el espacio con fuerza, inteligencia, inquietud, poder, sabiduría, utopía y coraje. Ilusionadas porque somos imparables, con inquietud de no estropearlo todo.

Vamos hacia una huelga feminista. Una huelga de mujeres. El próximo 8 de marzo queremos pararlo todo. Porque si nosotras paramos el mundo se para. Y unas gritaremos más que otras, y otras callarán porque todavía necesitan gárgaras de sororidad y empoderamiento para que podamos disfrutar de lo que tienen que contarnos. Pero yo las espero. Las esperamos. No hay prisa. Algún día se unirán a nuestras voces, nuestros gritos y nuestra borrachera feminista.

Me duele todo el cuerpo. Fueron catorce horas de cogorza de aventura colectiva que promete tener resaca infinita. Ayer, muchas mujeres hablamos y callamos. Todas juntas en una sola voz.

 

 

 


 

Paloma Lafuente. Feminista por encima de mis posibilidades. Trabajadora Social y Educadora social. Militante en el movimiento feminista de Zaragoza (Coordinadora de Organizaciones Feministas de Zaragoza). Participando en la economía social, solidaria y feminista. Tengo una columnita en el Diario.es/Aragón/Prismático. Co-fundadora del «Club de Lectura Feminista Las que Cuentan». Tía de dos sobrinas increíbles, nieta e hija de dos mujeres imprescindibles.

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