Diario de mujer infectada por mosca tse-tse IV

l parque se me hace muy largo.

Día 4. Y de repente brota la sangre  

 

 

l parque se me hace muy largo.

El parque se me hace muy largo.

 

Hoy estoy sorprendida porque quería decir muchas cosas en este diario y al final he dicho mucho pero nada, igual que soy periodista pero no, comunicadora pero no, escritora pero no. Aparte, tengo sueño, aunque un poco menos que ayer. De cualquier modo, para vengarme, mentalmente soy una azafata de avión que pasa por los pasillos con el carrito de las bebidas y siempre se engancha, patea, golpea, zarandea, la pierna del pasajero dormido.

—¿Le he despertado?, ay, de verdad, lo siento mucho—y sonrisa cariñosa o dedo índice sobre los labios en señal de silencio, shhhh, siga usted a lo suyo.

Hoy me he cortado el dedo buscando un juguete perdido bajo el sofá. A veces metes la mano en lo oscuro con seguridad, pensando: está ahí y llegaré, lo alcanzo en un segundo. Y entonces zas, corte inesperado con un cristal de pico bajo el sofá, debe llevar ahí dos semanas, ¿tres?, ¿cómo no lo ha chupado la aspiradora? A veces hay que aguantar y otras veces hay que fingir, y yo he fingido que me mareaba cuando brotaba la sangre para que mi hijo de 5 años pudiera hacerse el valiente y curarme. Mamá, que no es nada, ¿te pongo hielo o una tirita? Le digo que me ponga lo que quiera, pero que pare la hemorragia. Me gusta usar expresiones como parar la hemorragia, no le explico exactamente lo que es, pero sé que luego la usará bien cuando menos me lo espere. Mi hijo es el rey del contexto. Por mi parte, mientras fingía mi desmayo, casi me quedo dormida, pero el pequeño ha saltado encima de mi cara y me he espabilado definitivamente. Fin de la anécdota.

No me ha puesto muy bien la tirita al final.

No me ha puesto muy bien la tirita al final.

Hay días, como hoy, que no da tiempo material a bajar al parque, y entonces los niños están menos cansados y tienen menos ganas de irse a la cama antes de que el padre vuelva, y yo los dejo hacer, no sé bien si por complicidad o por apatía. Lo cierto es que el parque me cuesta mucho. Miro esos grupos de madres de parque que charlan animadamente y pienso que la vida es sencilla y yo la hago complicada, pero soy incapaz de unirme a ninguno. Está el grupo de madres de parque que hablan sólo de cuestiones de educación y enseñanza (inglés hasta en los dibujos animados, extra escolares, deportes, notas, seños, problema con otros niños del cole y las madres de otros niños del cole). De ese grupo me echarían cuando les dijera que creo que en Infantil no se les debe adelantar la lectura, que mejor trabajar valores como la autoestima y el compañerismo, que la competitividad es la muerte del espíritu crítico. También está el grupo de las madres que ya se conocen de antes, ese grupo es muy cerrado, hablan de cuñadas, de suegras, de maridos, sobre todo de maridos que van de copas y a ver el fútbol, hablan de todo eso mientras comen pipas. De ese me echarían cuando yo no tuviera absolutamente nada que aportar. Luego están las madres de crianza natural, cuyos hijos disfrutan mucho jugando en la arena y echando paletadas de arena en los ojos de los otros niños. Yo las admiro, pero de este grupo me echarían cuando supieran que yo les doy galletas oreo como soborno siempre que puedo. Luego está el grupo de las niñeras, ese es muy animado, cuentan todas las miserias de los matrimonios para los que trabajan, pero no me dejan entrar porque los niños me llaman mamá. Si soy sincera os diré que me atraen los padres. No en un sentido sexual, sino que atraen mi curiosidad. Los padres que van solos con la prole. Pero vivo en esta ciudad y no en la mía, donde el 80% de mis mejores amigos son hombres, vivo en esta ciudad y normalmente no hablo con los padres del parque, no sea que sus mujeres se vayan a pensar que quiero algo más allá de una amable charla sobre infantes, y lo digo porque ya me ha pasado. Creo que, en general, con niños o sin ellos, las mujeres no se me dan bien, y por eso estoy en esta ciudad sin amigos, porque los amigos masculinos en la adolescencia son hasta graciosos, pero luego la amistad real adulta como que es un poco imposible, o improbable, si no viene de la infancia mucho menos, aunque tú te acerques sinceramente y con seguridad, aunque pienses su mujer es guapísima, de mí no tiene nada que temer, y lances un hola alegremente. Sabes de antemano que la amistad es muy complicada, tanto como pincharte con el único puñetero cristal que lleva ahí esperando tres semanas bajo el sofá del salón.

Hoy mi marido ha llegado temprano, por fin, un adulto con el que hablar soplapolleces.

Buenas noches, hasta mañana.

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