Diario a lomos de una cierva IV

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Todavía me echo a reir cuando a veces me preguntan en entrevistas que opina “mi novio” de lo que hago. Lo primero que me sorprende es la ligereza y la comodidad con la que se da por supuesta la heterosexualidad de cualquier mujer. Hasta tal punto que ni si quiera la odiosa “corrección política” asoma la cabeza con un “tu pareja”. Normalmente primero me hace gracia, pero acto seguido me enfada. Y es que me sigue pareciendo increíble que a estas alturas se siga tratando a las activistas feministas en muchos casos como niñas locas que no saben lo que hacen, las cuales necesitan que sus actos sean respaldados y aprobados por sus “novios” o por sus “padres”, cuando es precisamente de esas dependencias de las que buscamos huir.

 El feminismo es por naturaleza incorrecto con la norma. Yo soy doblemente incorrecta con la norma, estoy muy orgullosa de poder no sólo contestar que no tengo novio, sino que además en todo caso tendría novia. De hecho intento dejarlo bien claro siempre, me parece imprescindible que visibilicemos al máximo que la heteronormatividad es algo que no va más con nosotras. Somos libres, libres de fluir, de escoger, de reivindicar, de amar, y de desterrar toda esa sexualidad casposa y machista que jamás ha operado en beneficio femenino.

 No quiero decir con esto que el ser lesbiana te otorgue más puntos en el carnet de feminista ni mucho menos, sino que inevitablemente te pone dentro de una batalla más a la que dentro de los círculos feministas no te enfrentas pero a la que una vez que sales de estos, sí. Es de suma importancia dar una buena paliza a los estereotipos de los que buscan rodearnos, y salir en defensa de la pluralidad que existe dentro del colectivo. No hay nada que demostrar, sino simplemente dejarse ver sin vergüenza o reparo alguno, pues lo que buscamos es la igualdad.

Es aquí cuando me gustaría resaltar la importancia de tener una buena compañera, una buena amante, una amiga, que comprenda y entienda lo que haces. (Porque ambas hemos de ser todo esto). Y no sólo eso, sino que lo acepte como lo que es, una parte de ti. Algo que no va a desaparecer y que conforma lo que eres: tu personalidad, valores y actitud ante el mundo. De principio a fin, pues no todas las mujeres con las que compartas intimidad y amor serán feministas, ateas, blasfemas o disidentes. Sino que en muchos casos encontrarás mujeres que entienden y “respetan pero no comparten” tu modo de vida y pensamiento.

Las revolucionarias necesitan de otra para poder amar y sentirse a amadas por completo, durante más o menos tiempo. No dentro del mismo nombre, estrategia o lugar, pero sí desde la tolerancia y total aceptación de que lo que construye una activista utópica es la creencia total en un cambio radical.

Honestamente, es reconfortante saber cuando has dado con alguien así. Invencibles nos sentimos siempre, pero a veces aún más.

 

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