Bárbara Traver: «Desde que Courbet hizo ‘El origen del mundo’ hasta hoy, ha pasado más de un siglo y no ha cambiado nada»

Para Goubert, con cariño.

 

 

Para Courbet, con cariño.

 

 

 

La primera vez que vi el trabajo de Bárbara Traver pensé en pura introspección. Una introspección maravillosamente salvaje y cruda, pero vestida de una tremenda elegancia formal, de un amor por el detalle, de un pulido cuidado por la luz y de un aplomo apabullante. Pareciera que Bárbara lleva haciendo fotos desde siempre. Abstracción, densidad y reflexión, además de un personal minimalismo estético, son algunas de sus premisas. Lo cierto es que Bárbara sabe perfectamente qué decir… y es capaz de contárnoslo todo sin una sola palabra.

 

Bárbara, esto se lo pedimos a todas las fotógrafas a las que entrevistamos… muéstranos tu primera fotografía, por favor. Y háblanos de ella, cuéntanos qué sentiste, qué pensaste.

Lo cierto es que llevo haciendo fotografías desde el 2005, habiendo parones en medio, pero no fue realmente la primera fotografía que consideré como mía hasta el 2014. Después de mucho tiempo me sentí como en casa y lo hice a través de la mirada de Pablo, es por ello que para mí esta fotografía representa el hogar. La llamé ‘Los amantes’.

 

 

Cuéntanos la motivación principal de tu trabajo. Más bien me interesa saber qué sientes al hacer una foto y qué impacto pretendes conseguir.

Me motiva la identidad tanto individual como social, pero desde lo más íntimo basándome en mis experiencias, y lo encuentro en lo cotidiano. Ya puede ser el cartel de un hotel que lo vea todos los días cuando vuelvo de clase, los pliegues de mis dedos o el hecho de una cama vacía, pero todas ellas están ahí, y al observar esos detalles me llevan a una reflexión. Casi siempre es la misma y a medida que van pasando los días y me encuentro con esa sencillez, la reflexión va siendo cada vez más concluyente, por lo que no es tanto lo que siento a la hora de realizar una fotografía, sino todo el proceso que me lleva a esa fotografía.

 

 

En tu trabajo de pronto te encuentras fotos que descolocan, como si fueran fotogramas extraídos de otra película que no es la tuya. Personalmente eso me encanta, porque hace que una no pueda dar nada por sentado en tu trabajo. ¿Esto es algo espontáneo? ¿Te dejas llevar cuando haces fotos o intentas seguir una línea concreta?

Definitivamente lo segundo. El arte es un proceso en el que vas adquiriendo experiencias y madurez, pero siempre habrá un tema que englobe nuestro trabajo. Me voy adaptando a lo que en ese momento el proyecto me pide, de la misma forma que el proyecto se va adaptando a mis necesidades, es decir, mis necesidades o línea de trabajo busca lo inquietante y/o misterioso, siendo sutil, llevándolo a un relato o narrativa, pero no todos los trabajos van a tener una misma estética ya que si no funciona, se puede perder el mensaje.

 

 

Los Amantes.

 

 

Enséñanos tu foto feminista más polémica y cuéntanos por qué es polémica.

Diría que mi fotografía más polémica fue la que le dediqué a Courbet. ¡Donde enseño unos genitales peludos! Un cuerpo de una mujer que al no ser propio de los cánones de belleza está mal porque no es para un disfrute ocasional. Siempre se le ha visto a la mujer como un objeto sexual, representando su cuerpo para el disfrute ocasional y, desde que Courbet hizo ‘El origen del mundo’ hasta hoy, han pasado más de un siglo y no ha cambiado absolutamente nada la polémica.

 

Como mujer fotógrafa, ¿te has sentido infravalorada o discriminada en tu trabajo?

Por supuesto. El hecho de que haya asociaciones o grupos regidos y/o compuestos principalmente por hombres o que en las ponencias y/o concursos exista de forma sistemática un porcentaje mayor de hombres que de mujeres ya nos discrimina. Hay una invisibilización del trabajo de las mujeres fotógrafas, dado que éste, como muchos otros, es un ámbito tradicionalmente dominado por hombres.

 

Si me preguntan a mí por qué amo la fotografía, digo que, porque me permite conservar pequeños instantes mágicos que, de otro modo, no podría mantener. ¿Por qué amas tú la fotografía?

 La fotografía me ha ayudado como terapia desde los doce años, me ayudó y lo sigue haciendo a comprender ciertos aspectos que sin ésta no podría entender, pero es que cuanto más sé, más me gusta por todo lo que esconde e implica. Para mí es renovación constante, y eso me apasiona ya que no deja de sorprenderme nunca.

 

 

La última inocencia.

 

 

Dinos algunas mujeres fotógrafas que te inspiren, que te motiven y que te hagan seguir creciendo.

Son muchísimas las mujeres que me inspiran, que me hacen crecer como artista y como persona, entre ellas se encuentra Laia Abril, Rinko Kawauchi o Sophie Call. También lo es Leila Amat, encuentro en sus fotografías una parte de mí que está oculta, sin rostro alguno, pero que ella sabe mostrármelo. Por último, no menos importante, a mi profesora Irene Ballester.

 

Tus fotos tienen emoción, mensaje, abstracción. ¿Te preocupa que el público que ve tu trabajo no entienda tu mensaje o es algo secundario en tu forma de entender o expresarte con tu obra?

 Cuando realicé ‘Retrato’ lo hice desde mis entrañas, pero no me olvidé de aquellas personas que han podido vivir lo mismo que estaba viviendo. Esto no es algo que me nació desde el principio, sino que fue un proceso de reflexión y que, aunque la experiencia no es la misma para todos, sí lo es el dolor – viviendo cada uno el suyo a su manera –, es por ello que tanto mi trabajo que realizo como el público me parecen imprescindibles a partes iguales. Tampoco pretendo que lo entiendan, sino que lo lleven a su terreno, que lo sientan y tal vez no sea ahora, pero en algún momento de sus vidas relampagueé en sus cabezas.

 

Cuéntanos tu último proyecto y tu próximo proyecto.

 El último trabajo que he realizado ha sido “Disección”, que es una búsqueda necesaria de una familiaridad con mi entorno, y también psicológica para así reconciliarme conmigo misma, donde analizo los gestos y miradas de los sujetos para así reconocerme en ellos. Esto es lo que me empujó a la realización de estos retratos. En este año he realizado otro trabajo – que aún no ha sido mostrado – sobre el duelo del desarraigo de una manera íntima y personal. Desde pequeña, mi familia se ha mudado constantemente y esta situación impuesta de un día para otro, hace que tenga esa búsqueda constante de raíces y mantener viva la memoria. Es por ello que hago una introspección en los hogares vividos para entender y aceptar el desarraigo, y que como persona que me he moldeado por esta experiencia, soy parte de una sociedad líquida. Ahora mismo me encuentro dándole vueltas a otro, donde la curiosidad, el juego, lo enigmático y lo negro están implicados. Además, hace poco surgió un proyecto en Berlín con mi amiga Irene Cruz y mi amigo Ian Dunham, donde se complementa lo inquietante y lo poético y que esperamos llevarlo a cabo durante el año que viene.

 

 

De la serie «Homes».

 

 

Todos los artistas, generalmente, comparten miedos y esperanzas a la hora de mirar su propia obra. Cuéntanos tu gran miedo y una gran esperanza.

Temo volver a una depresión, a ese lugar desabrido y el sentimiento del vacío. Lo temo, ya que es algo inevitable, aunque pueda uno ser consciente de ello. En cambio, tengo la esperanza de volver a la inocencia, de sentirme a veces infantil.

 

Dentro del campo de la reivindicación feminista, tienes imágenes muy potentes que me fascinan y me arrastran impetuosamente, como tu serie sobre la menstruación. ¿Podrías contarnos más sobre esta parte de tu trabajo?

Recuerdo la primera vez que me vino la regla. Tenía once años y estaba de vacaciones en casa de una amiga, de repente me vi las bragas manchadas de marrón. Sentí miedo y vergüenza de mí misma, por lo que mi reacción fue salir corriendo de esa casa sin tener ni idea a dónde ir. Doy gracias aún de que, por aquel entonces, una amiga de la familia vivía en la misma urbanización que mi amiga y le conté, a lágrima viva, lo que me ocurría. A mí nadie me había explicado nada, siendo un tabú aún después de saber lo que la menstruación era. A veces el callar o no explicar las cosas para normalizar, puede hacer más daño de lo que imaginemos, y aunque yo no lo realicé ni lo considero como serie, sí es cierto que le doy mucha importancia a este tema, ya que es algo cotidiano que está presente cada día en nuestras vidas.

 

Tu obra es muy personal, pero me da la impresión de que eres una artista abierta a recibir influencias y a seguir desarrollando tu estilo. ¿Esto es así? ¿Te preocupa tener un sello personal claramente identificable o más bien te mueves según lo que te va pidiendo tu creatividad?

Tal vez me repita, pero me muevo según lo que me va pidiendo mi creatividad. Aún me falta mucho por aprender, pero creo que, si te cierras a una sola manera de crear se pierden muchas cosas por el camino, eso no quiere decir que no lo lleves al terreno que engloba tu trabajo. Además, también creo que desde que apareció las redes sociales, estamos mal acostumbrados a tener que realizar algo por tener un sello que nos identifique, hay que ser sinceros y humildes con uno mismo y perder el miedo a no gustar y no ser reconocidos.

 

 

En la memoria de lo que fui.

 

 

¿Eres una artista impulsiva o planificadora?

 A la hora de realizar una fotografía soy muy meticulosa, me gusta tenerlo todo organizado y planificado, pero porque soy un culo inquieto y muy despistada. Tengo muchas libretas, ya que es mi perdición, y escribo ideas en ellas y luego no sé dónde están, o no sé porque he escrito lo que he escrito, por lo que muchas de mis fotografías ya están visualizadas en mi cabeza y están perfectamente estructuradas. En cambio, a la hora de hacer la fotografía, soy más impulsiva – si soy yo la que se autorretrata –, ya que pueden ser las cuatro de la mañana, como ocurrió en la fotografía ‘En memoria de lo que fui’, como que en ese momento tengo la menstruación y ocurre lo inevitable, como puede ser en mi fotografía ‘La última inocencia’. La primera porque tenía la necesidad de vomitar aquello que llevaba reflexionando desde hace tiempo, y la segunda fue algo espontáneo, pero que al ser algo tan cotidiano llevaba en mi mente mucho tiempo atrás. En realidad, me gusta trabajar con esta dualidad, ya que por un lado me dejo llevar esa parte más salvaje de mí y por otro, porque el tenerlo planificado hace que trabaje mejor en lo que luego quiero expresar, ya que todas mis fotografías llevan una reflexión que intenta ser concluyente desde el momento en que la creo en mi cabeza hasta el momento que la realizo.

 

Cuéntanos la peor experiencia profesional que hayas tenido desde una perspectiva de género.

Recuerdo que la primera vez que mostraba “Retrato”, justo cuando llegaba la fotografía del tampón, uno de los comentarios fueron que esa fotografía estaba fuera de lugar y que no debía ponerla. Me sentí impotente por el hecho de que se hubiese quedado en la superficie y no en todo el contexto del trabajo. Desde entonces he oído otros comentarios como que les da repelús, les inquieta o les molesta, todos ellos hombres y todos ellos quedándose en la descripción más que en la metáfora. No me sorprende, pero que en pleno S.XXI no se entienda la menstruación como forma de lo cotidiano, del dolor, de la misma vida, me parece un insulto.

 

Para finalizar, siempre pedimos tres palabras o conceptos que definan lo que quieres expresar en tus fotos. ¿Qué parte de ti estamos viendo en tu trabajo?

 Misterio, Inquietud, Sutileza.  

 

 

 

Proyecto Disección

 

 

 

 

Proyecto Retrato

Anna.

Angie.

 

 

 

 

 

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